miércoles, 12 de enero de 2011

“Soy la quimera de mi siglo”


Aunque Cuenca lleva el nombre de Fray Vicente Solano en una avenida, un colegio y hay un notable monumento, las nuevas generaciones están poco informadas de lo que fue este religioso, más que un personaje, diría una lumbrera de las letras. Escribió sobre una vasta temática y se caracterizó por un estilo irónico e hiriente.

Con un carácter férreo; este hombre, lleno de iniciativas, todo lo que sentía lo rasgueaba sin temores. Dejó un legado de filantropía en la comunidad del sur del país. Defendió los motes “morlaco” y “morlaquía”, que en principio fueron indilgados con pretensión peyorativa, pero que este franciscano los proclamó como cognomento de honorabilidad para Cuenca y sus habitantes.

Pienso que fue el primer abogado de la libertad de expresión en el Ecuador; esa libertad evidenciada con sus dotes periodísticos que se plasmaban dentro de su comportamiento perspicaz para la redacción en cartas, ensayos, solicitudes, artículos, hasta investigaciones sobre mineralogía, astronomía, agricultura, geología, etcétera.

Su retrato se asemeja al personaje de la clásica de Miguel de Cervantes, don Quijote de la Mancha: flaco, huesudo, insistente, obcecado e idealista contumaz. Esto le conllevó al estrés, que posteriormente incidiría en la causa de su muerte. Su “dulcinea”, sin duda fue la palabra.

Crítico consistente de la política que ocurría en la decadente Gran Colombia y de la naciente República del Ecuador. A la primera Constitución la tildó de “ruin”. Fue admirador de Bolívar y estimulador de su proyecto libertador. No se le tembló la pluma para “denunciar” con mordacidad y entereza a ciertas autoridades de la época.

Dejó el magisterio porque no le daba espacio para sus investigaciones. Fue enérgico en sus comentarios y no se dejaba imbuir por expolio alguno. Sus escritos no fueron espontáneos, pues buscaba fundamentar rigurosamente sus ideas.

Con amplios conocimientos palpados en la realidad religiosa, expuso su pensamiento sobre algo que hoy mismo resultaría anacrónico: “el número de predestinados es conocido por Dios”. En aquel momento, estos comentarios le significaron una sanción de la Curia, que lo amenazó inclusive con la excomunión, hecho que más tarde fue conocido por el Papa Pío IX.

Por sus conflictos con la Iglesia y con el presidente Rocafuerte, del cual era enemigo político, fue desterrado a Perú, en donde aprovechó para aprender botánica. En otros tiempos, se refugió en Susudel y luego viajó a Loja, en donde permaneció una temporada en autismo y reflexión profunda. Sus experiencias en este ostracismo las hizo públicas en dos ensayos que, entre otros contenidos, abordan temas de flora, fauna y minería.

Su herencia en las letras, la ciencia, el conocimiento, la filosofía, fue un inicio patente para que hoy apreciemos a Cuenca como una “Ciudad Universitaria”; puesto que parte de su historia cognitiva la marcó significativamente. “Genio de la anticipación”, lo denominaron después de su muerte, cuando anunció en un texto que EEUU y Rusia serían potencias en el siglo XIX.

Rodolfo Pérez Pimentel lo califica como “sarcástico”, Víctor Albornoz dijo que tenía un “temperamento irascible”, Juan Chacón Zhapán lo define como un “controversista peleador” y el mismo Fray Vicente Solano se identificó diciendo: “Soy la quimera de mi siglo”.
Este es un fraile por antonomasia, que hoy en el Día del Periodismo Azuayo lo recordamos con unción y que quiero recoger por siempre su semilla para ser su discípulo literario.

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